MEDALLAS EN LA CHAQUETA Y DOS COJONES GORDOS EN LA BRAGUETA. Article d'opinió de Keoma Jiménez
- 23 de març del 2025

A lo largo de nuestra vida nos han contado largo y tendido sobre la importancia de las fuerzas y los cuerpos de seguridad del Estado. Para ello, nos inundan con campañas de concienciación, anuncios publicitarios, charlas en la escuela, canciones o películas, muchas películas, aunque esto sea más americano. Ni que decir tiene que estos cuerpos son importantes en el día a día para el buen discurrir de un país y que la mayoría hacen un trabajo muy bueno y necesario como por ejemplo Policía Local, Guardia Civil, Policía Nacional o cuerpos de Bomberos.
El problema es cuando lo civil se opaca con lo militar y aparecen en escena las fuerzas armadas o el ejército en general y con ello, el militarismo al que se somete a la sociedad civil. Mi concepción del militarismo es clara, personas que van vestidas con uniformes de guerra no me producen más que violencia por muy buenas causas humanitarias que digan hacer y me lleva a pensar que el militarismo no es más que la obligación del uso universal de la violencia para los fines del Estado. Chúpate esa Gandhi.
En muchas ocasiones a nivel mundial, los Estados, inventan enemigos que dicen ser una real amenaza para sus ciudadanos a los que hay que defender de una única manera posible; mediante las fuerzas militares que son las encargadas de salvaguardar los derechos de un país y para ello se acogen a los preceptos de una carta magna invocando al poder constituyente.
El beneplácito de los ciudadanos a defender la patria con el militarismo es el miedo. El miedo es sin duda el método más eficaz y lo utilizan los Estados para alertar a las poblaciones, bien sea por fenómenos naturales, conflictos bélicos o biológicos. Para infundir el miedo hoy día en situaciones de emergencia no es necesario decir eso de que viene el coco y te comerá, solo hay que tratar el asunto con una semántica militar, haciendo ver, por ejemplo, que a un virus se le combate a cañonazos y que a un supuesto ataque proveniente de un enemigo geopolítico de otro país se le combate llenándose la chaqueta de medallas, la despensa de armas, cargando la patria de tanques y metiéndonos en la bragueta dos cojones bien gordos.
Se utiliza para ello una jerga y una retórica cuartelaría que dice cosas como; “los ciudadanos son soldados que combaten unidos para vencer esta guerra, la escala bélica que están produciendo los enemigos necesita de provisión de más valientes soldados y un aumento del gasto en defensa por el bien de los pueblos”, olvidando así comentar que para defender el país de un enemigo inventado, los cañones y las armas no hacen más que restar el dinero que se invierte en servicios sociales como educación, sanidad o investigación, que son mucho más importantes para tener un país fuerte. Una sociedad bien educada no necesita ponerse un uniforme de guerra para defenderse.
Simplemente les basta con poner a un alto cargo del ejército en pantalla difundiendo el amplio operativo que van a realizar y hacer hincapié en los medios de la heroicidad de nuestros salvadores patrióticos y la sociedad hará todo lo demás para que la situación se tome por un caos que, única y exclusivamente, la orden militar puede solucionar sea cual sea la vía utilizada, justificando así aquello del fin y los medios, porque claro, no hay nada mejor para el miedo que pacificar con las armas.
Para cambiar el mundo primero hay que cambiarse a sí mismo y tener en cuenta que la persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con todo el mundo y como somos un “Zoon Politikon” que dijera Aristóteles y vivimos en sociedad, habría que plantearse intentar hacer de los Estados una tierra de paz, que nos alejen de las armas y nos acerquen más a lo humano, a lo civil y a la solidaridad entre pueblos para no tener que estar con esa necesidad imperiosa de lucha y defensa de todo lo externo.
Todo esto será y se hará cuando nuestras sociedades militarizadas entiendan el concepto del militarismo como violencia y guerra y no como salvaguarda de derechos y libertades que protegen el mundo de agresiones externas o invasores. Cuando tengamos claro que toda guerra, llena de muertos inocentes, no es más que el fruto de intereses geopolíticos de cuatro dirigentes desalmados para esquilmar los recursos naturales en países de origen y así llenarse los bolsillos de poder y dinero para explotar dichos recursos y especular con ellos en este sistema capitalista garante del tan preciado mercado libre. Sí amigos, es así, la avaricia y la ostentación del poder valen lo mismo que cientos de miles de vidas humanas y los señores de la guerra llevan ya mucho tiempo lavándose sus vergüenzas en sangre y visto lo visto, no les importa seguir haciéndolo, aunque eso conlleve tirarse piedras sobre su propios tejados. Aquí la cuestión es ver quien de esos cuatro desalmados tiene los cojones más gordos y más medallas en la chaqueta.
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